martes, 13 de enero de 2009

DESDE LA VENTANA INDISCRETA DE MI PORTERÍA

Fotografía: Calle Escudellers




















Perdonen que intervenga en este debate sobre la existencia o no de Dios, pero quiero decirles que la experiencia cotidiana que ha tenido la Ratita presumida, es decir, su posible visión de Dios en una parada del autobús, no me parece descabellado y me ha animado a escribirles.

Al comenzar a leer la experiencia de la ratita, que vive en el sótano de la Pensión Ulises como ella cuenta, he pensado, vaya, lo que faltaba, una roedora dándonos lecciones de religión como el otro pensionista, El Escaparatista con estudios teológicos. Pero luego pensé, ¿por qué no?, pues me han dicho que los jesuitas del barrio, en aquella casa de la Balmesiana, aquí al lado, en la calle Durán y Bas, cuando dan conferencias salen a la pizarra y prueban la existencia de Dios con “fórmulas magistrales”, como las de los farmacéuticos de antes.

Y yo pregunto a los que saben: ¿por qué los animales que habitan en el subsuelo, en el lado oscuro de la vida, no pueden ver a Dios o a alguien que se le parece? San Francisco de Asís, el amigo de los animales, creo que estaría de acuerdo con la Ratita presumida y con una servidora.
(Otra cosa, dice mi hija mayor, la de diecisiete años, muy estudiosa y que siempre lee en el autobús, que esta ratita podría ser Josefina, la cantante de los ratones, o un familiar suyo del mismo pueblo, o algo así).

La portera suplente de una Escuela de Bellas Artes

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